martes, 29 de enero de 2013

Manchando el papel.



Viñeta de un comic que dibujé hace ya mucho tiempo, sí no me equivoco
en 1993. En alguna carpeta tendré el resto esperando.





Dos muestras para meter en algún sitio, que no encajan y
terminan en el olvido.



Tras leer el retrato de Dorian Gray esta fue mi aportación.




Otra viñeta del comic antes mencionado, creo que el nombre 
era algo así como: Después del apocalipsis.




Otros dos dibujos que se quedaron en el olvido, y así
tantos otros que reclaman algún sitio.

sábado, 26 de enero de 2013

Trovadores en pie de guerra.




Trovadores en pie de guerra, un nombre pomposo para una simple recopilación de temas musicales de corte reivindicativo creados en esta piel de toro. Y es que la música a veces en vez de amansar a las fieras puede ser un acto donde se aticen más las brasas de la indignación.
En la selección incluyo temas y bandas de hace décadas hasta unirlas con la realidad social de nuestros días, de esta crisis creada por unos pocos para lucrarse de otros muchos. El abismo parece contemplarnos con gustosa voracidad y se relame de gusto tragándose nuestro futuro y nuestros sueños.
Aquí los trovadores suelen cantar pocas gestas, narran pocos hechos heroicos, más bien se liberan de la rabia soltando todo fuera para intentar concienciar con sus ideas buscando un mundo más justo. La historia se repite una vez más como decían en aquella canción Reincidentes.










25 temas

Diferentes formas
de plasmar la música,
de lanzar sus mensajes,
con los que podrás estar
en mayor o menor
medida de acuerdo.
Al final la vida
la afrontamos de
muy diferentes formas,
lo que no se puede
negar que ahora
a la gran mayoría 
nos la están jugando.


...























viernes, 25 de enero de 2013

Mensaje final.




Bueno esta es la segunda entrega de esta nueva historia, por otro lado sí andas un poco despistado y no leíste la entrada anterior hazlo antes de seguir leyendo más abajo. Puedes hacerlo pinchando en el siguiente enlace:

El Mensaje.


Mensaje Final


Es una sensación extraña, un hormigueo que me paraliza las piernas que parecen tiesas como palos. Intento avanzar entorpecido por el desagradable viento que agita las desnudas ramas de los árboles del paseo.
Las farolas se balancean como altos cuellos de jirafas, más allá el parking dormita tranquilo con su ejercito de coches tiritando bajo las heladas caricias del invierno.
Pretendo estar tranquilo, pero me cuesta tanto... es como sí estuviese adormecido totalmente, atontado o recién levantado.
O posiblemente esa maldita palabra que empieza por M.
Implacables latigazos, pensamientos fugaces que se clavan dentro como un película de terror  de dudoso gusto y en la que me veo protagonista. Una tras otra las escenas cambian hasta llegar a desear que todo es un sueño, o al menos eso quiero pensar quelas imágenes son fruto de mi imaginación, escucho un frenazo metálico enmarcado en gritos de miedo. Una explosión y después la nada.
Finalmente las piernas parecen volver a la vida y encaro los últimos metros a buen paso, me quedo quieto pues juraría haber vivido esto antes.
Lo se, claro que lo se seguro, allí de pie mecido por la furia de la noche como un pelele, soy un juguete en manos de un oscuro destino.
Entorno los ojos e intento escudriñar por encima de la alambrada, de las vallas oxidadas de la estación. No, no hay nadie. 
Pero... Allí, acaba de aparecer.
No, no puede ser cierto. Un nudo que colapsa la garganta, una tristeza que arraiga cruel desde el corazón al más mínimo e insignificante recuerdo de mi existencia.
Tiro del guante derecho con violencia y agarro con rapidez el teléfono móvil, tecleo lo más aprisa que mis dedos lo permiten.

INTENTÉ AVISARTE EN
EL ANDÉN.
ESE TREN TE LLEVA
A LA MUERTE.

Como Prometeo se que tengo la batalla perdida, ¿Pero y sí esta vez fuera diferente?.
¿Por qué no poder ser liberado de aquella maldición?. 
De nuevo el traqueteo, la grabación del tren anunciando la próxima parada.
Próxima estación, la NADA.
Tiene que leerlo, desesperado mando el mensaje y no pudiendo esperar tiro de mi cuerpo hacia delante y recorro el hall de la estación todo lo deprisa que puedo.
Vacío, todo vacío, allí no hay nadie. 
La taquilla con el cierre bajado, un cartel anunciando una futura huelga de los trabajadores.
Corro y doblo a la derecha, tropiezo con los tornos que están abiertos de par en par y encaro casi sin aliento las escaleras mecánicas.
El cercanías esta a punto de entrar en el andén y se que mi aviso no ha servido para nada.
Me quema el pecho, debería dejar de tirar el dinero en el puñetero tabaco.
Casi no hay tiempo, la noche me recibe nuevamente con su abrazo desagradable y estoy a punto de tropezar.
De nuevo, las piernas totalmente inertes, miro a un lado y no le consigo ver.
Me giro hacía el lado contrario y allí está él mirándome, se lo que piensa...
Pretendo caminar a su encuentro pero trastabillo, y estoy a punto de caer sobre el sucio suelo, intento pronunciar las palabras mágicas pero nada brota de mi garganta.
La luz me ciega, me quedo paralizado en el sitio mientras noto como el piso retumba bajo mis pies.
Las puertas se cierran, él ha subido, le veo allí sentado con cara de estúpido y sin dejar de observarme tras los amplios ventanales del vagón.
Corro sin sentido levantando los brazos, intentando hacerle saber de su error y con una desazón increíblemente amarga. La desesperación de no haberme podido salvar a mi mismo del accidente y de la muerte.
El cartel de la estación se ha fundido en un resplandor dorado para después caer al pavimento y estallar en mil pedazos.
Oscuridad total, oigo voces asustadas a mi alrededor, ecos terribles que entrechocan en el amasijo de hierros.
Después la NADA.


Texto y fotos.
Diego Barquero Blas
Azuqueca de Henares
2013


martes, 22 de enero de 2013

El mensaje.




Desconozco por completo cual va a ser el resultado, lo único que pretendo 
es escupir palabras sin más, con el propósito de emborronar con pies de tinta
la mortecina pantalla del Pc, tablet o móvil que tengas en la mano.
Por supuesto que llegado a este punto puedes pinchar y cerrar la ventana sin más,
con desdén incluso, no es más cierto que yo ni siquiera me daré cuenta de ello, y
ya sabes eso que dicen: Ojos que no ven ...
Por otro lado sí optas por quedarte lo único que tengo para ofrecer es una de mis humildes historias, mal
construidas pero eso sí aderezadas con alguna que otra imprecisión, incoherencia y sus consiguientes
faltas de ortografía. Y es que las correcciones gramaticales, caligrafías y libros de ejercicios sobre
la ingeniería lingüística no terminaron de germinar en mi imaginativa mollera y a estas alturas cuesta reconducirse por la buena senda.

Lector, avisado quedas.

*****

El mensaje



El frío aire se colaba terco golpeando los cristales de los andenes, zarandeando sin piedad los carteles luminosos que anunciaban el próximo tren. Me apretuje contra la fría chapa de una de las columnas intentando esquivar aquella gélida ventisca, mis torpes manos enguantadas buscaron el teléfono que había vibrado tímidamente en algún lugar de los amplios bolsillos del abrigo.
Dejé de intentarlo pues mis dedazos no lograban sacarlo a la superficie, dentro de un momento...
3 minutos anunciaba el neón rojo, próximo tren destino...
Otro empujón y parecía que la estación entera se venía abajo, miré a mi alrededor, allí no había un alma. Eran las diez y pico, entre semana, invierno en una estación de segunda. ¿Quién iba a haber allí?.
Solamente mi dolor de espalda, los trasiegos del trabajo transportados en mi bolsa de mano y unas ganas locas por llegar a casa y tomar un respiro para seguir con la rueda de la vida al día siguiente.
Tiré de la cremallera que se quejo pillada de improviso, el cuello no daba más de sí.
Joder, ahora con la capucha puesta parecería un jodido esquimal, seguramente que con una mueca más torcida y fea, con perdón del pueblo inuit pero el cansancio y el viento me estaban trastornando. Miraba al cartel como sí haciéndolo le alentara a ir más deprisa, como si con mi pensamiento el reloj aumentara su paso, pero tristemente mi cabezota no ejercía efecto ninguno.
Exhalé el aire de mis pulmones emitiendo una bocanada que se perdió en la oscuridad de la noche.
2 minutos todavía, la madre ...
Las farolas de la estación se mecieron como si fueran de goma, por un momento temí que se apagaran bajo el cruel bamboleó que consiguió unos segundos de terrorífico apagón.
A mi derecha se abrió la puerta que comunicaba con el vestíbulo y las escaleras mecánicas, me tenía que haber quedado allí donde seguramente estaría más resguardado.
Un tipo vestido completamente de negro salió del interior de la estación y permaneció quieto observando el anden a su izquierda, después se giró hacia donde yo me encontraba y comenzó a andar hacía mi encuentro.
Mi compañero de estación iba todavía más abrigado que yo y no soy capaz de verle el rostro con claridad, cuando está a unos cinco metros se para de una manera extraña..
Pensé que el tipo iba bebido por sus andares erráticos y la estrambótica forma de detenerse y mirar hacia las vías.
1 minuto, por fin...
Un chasquido, un chisporroteo y la luz roja del cartelón que parpadea y muta en extraños signos.
Por unos segundos las luces de la estación se quedan solamente en las de emergencia que hay sobre las puertas, y la noche se adueña del lugar.
Unos focos potentes cada vez más cercanos, el tren afortunadamente está llegando.
Ha vuelto la luz, abandono la columna y avanzo por el andén bañado en los resplandores salvadores.
No se por qué he mirado para el otro lado... El tipo de negro no está, intrigado miró a mi espalda y tampoco hay nadie.
Me estremezco y se que esta vez no es por el frío.
El suelo retumba bajo la entrada de los vagones rojos, poco a poco va aminorando y yo fijo mi objetivo en la puerta más cercana.
Uff, dentro.
Alivio y una sensación de agradable calor, tomo asiento y pego la frente al cristal.
Allí está el borracho, las puertas se cierran y emiten su soniquete habitual, nos ponemos en marcha.
Joder el tipo da un poco de miedo, sigo sin verle la cara, vaya que coincidencia... Bueno, al menos tiene buen gusto.
Ahora diría que se me ha quedado mirando, sí y me hace gestos algo desesperado ha sacado algo del bolsillo y lo levanta.
¿Es un móvil lo que sostiene?.
La gente esta cada vez peor, esta crisis acabará por volvernos a todos locos.
Me da igual, me descubro la cabeza, los guantes van fuera rápido y desabrocho con ligereza el abrigo.
Froto los dedos amoratados contra el pantalón casi haciéndome daño.
Vaya, no me había percatado de que en el vagón estoy yo solo.
Me levanto del asiento y busco con la mirada alguno de esos periódicos gratuitos que la gente deja para que otro los lea y siga la cadena.
No tengo suerte aquí hay uno de ayer, 21 de enero.
Los mismos corruptos, la economía, políticos, guerra y las miserias de siempre desgranadas en pequeñas dosis para degustación del ciudadano de la calle.
Lo doblo cansado, me pican los ojos y la maldita espalda vuelve a quejarse.
Una partidita para entretener el trayecto, sí será lo mejor, busco el teléfono y este aparece entre una carta arrugada del trabajo y el billete del tren.
Ahora veo el aviso de antes, un mensaje sin leer.
Abro y en la pantalla aparece el siguiente mensaje.

INTENTE AVISARTE EN
EL ANDÉN.
ESE TREN TE LLEVA
A LA MUERTE.

No le veo la gracia por ningún lado, busco el contacto, teléfono desconocido.
La próxima estación queda cerca, eso me tranquiliza, guardo enfadado el aparato e intento concentrarme en las tenues luces que parpadean atrás según vamos avanzando en la noche.
¿Quién era el de la estación?, me conoce y tiene mi teléfono, la ostia...
¿Y por qué iba exactamente igual vestido que yo?.
Me mordí el labio hasta hacerme daño, y el dolor me sacó de mi desasosiego, miré el reloj.
Ya teníamos que haber llegado a la parada, forcé la vista buscando la respuesta en los muros pintados y ennegrecidos de la ciudad, en el tráfico y en los semáforos, en las alambradas y en los puentes pero nada. Aquel conjunto de rutinas no me situaba ni me lograba quitar esa semilla que el mensaje había puesto en mi interior.


                                                                
                                                              ....
                                                             Continuará ...





miércoles, 16 de enero de 2013

Año XIII


AÑO
XIII

El tiempo es una conversación recurrente, suele servir para anestesiar los incómodos silencios de ascensor y de todos esos momentos en los que la vida nos ofrece un interlocutor con el que tenemos poca, o ninguna relación. Ese parloteo automático, con frases recurrentes y prácticamente escupidas sin pensar mucho en ellas.
- Parece que hace fresco. 
- Falta hace que llueva.
- Como aprieta el Lorenzo.
Y una larga retahíla que me abstendré de enumerar aquí para descanso de mi hipotético lector.
No le tengo mucha estima ni al otoño ni a su malcarado hermano el invierno, prefiero el sopor de las largas tardes de verano y tumbarme a la sombra con mis sudores y mis ensoñaciones. Y por supuesto soy ferviente admirador de la señorita primavera y su pomposa y atractiva indumentaria.
De esta manera no es de extrañar que me tome la licencia de engalanar la figura del pétreo monarca como el que alzado sobre nuestro mundo proyecta su terrible sombra sobre nosotros los pobres mortales.
Este invierno que ha empezado a dar sus torpes pasos, puede que no sea tan frío como otros anteriores, tal vez sí lo sea, que más da. 
Su huella gélida va más allá de la meteorología, de los factores ambientales. Su garra atenaza las esperanzas de mucha gente, de aquellos que poco a poco van viendo como se desmorona todo su mundo y  sus creencias.
El rey invierno como buen déspota y enorme tirano no tendrá piedad pues desconoce tales términos. 
Nuestra sociedad se encuentra a sus pies, humillada y encadenada a su caprichosa voluntad y a la de sus secuaces.
Lugartenientes ávidos de poder y riqueza cimentados sobre lo robado a los débiles, seres sin alma que retozan sin reparar en los lloros, los gritos, la ira, la injusticia, los insultos, la desdicha, la tristeza, la desgracia...
Pues no son dioses benefactores, no son santos, sus intenciones son buenas pero... son buenas solo consigo mismo y con su status quo, con la enfermedad que les corroe por dentro y que se apoderó de nuestros ancestros hace ya tanto tiempo.
El becerro de oro, el vil metal, la posición, el poder, las castas, la supremacía son su modus vivendi y su forma de sentir y de vivir. De esa manera a estos superhombres se la trae floja lo que piensen o lagrimeen sus víctimas pues para ellos tan solo son fichas en un tablero.
El campo de batalla, el tablero bursatil triunfal sobre las ruinas de los países con los gobiernos hundidos o sometidos a hombres de confianza del Rey invierno.
El ejercito del estado del bienestar destruido y en fuga, desorientado y cayendo bajo el fuego enemigo, hundido y desmoralizado sin poder hacer nada por las bajas civiles cada vez más numerosas.
Como Imperator no tendrá piedad de los vencidos pues forman parte de su obra, pasaran a ser nuevas piezas en el juego, piezas más baratas esclavizadas a un trabajo poco remunerado y con el miedo de quedarse sin él.
Generación tras generación con unos valores inculcados en una disciplina clara, trabajar para consumir, consumir y trabajar, consumir para ser feliz, la búsqueda de la felicidad en la alineación.
El botín del rey y de los suyos irá en aumento mientras el empobrecimiento de los vencidos será cada vez mayor, mientras el mundo naufraga desapareciendo las antiguas fronteras y unificándose territorios bajo la férrea supervisión de la estirpe invernal.
Malos tiempos sin duda alguna, lo que en tantas ocasiones intentaron otros lo ha conseguido este ejercito fantasma, estos líderes en la sombra que tienen al mundo en sus manos pisoteando con sus relucientes zapatos las apolilladas alfombras de las democracias que vivieron tiempos mejores.

El grajo vuela bajo, será un mal presagio...